Hace algunos años inicié mi búsqueda de sensaciones y placeres en los libros, soñando con ser escritor de novelas y poemas. En el camino encontré tantas cosas ... el calor en la palma de la mano (Los ríos profundos), los ojos de las niñas tras las paredes (El proceso), el vidrio estallando en la nada (La ciudad y los perros), el fino ardor en la garganta y la conciencia (Carta a una señorita en París), las ásperas figuras en la piedra (La Comedia), la piel de las uvas (Poema V), el hedor de la joven bajo las moscas (El zorro de arriba y el zorro de abajo), el rosa desapareciendo en las paredes (Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto).
Hoy me sigo preguntando: ¿deseo realmente dedicarme a la literatura? Intuyo que la respuesta no está solo en aquel sueño adolescente de ser escritor en una casa de madera frente al mar de cualquier playa. Tampoco en la luna llena de la playa real, en las noches en vela de mis dieciséis años. Ni en el vino en las copas de mis compañeros de facultad bebiendo añejos poemas de Neruda, o en los rincones de la habitación mimetizados con los jardines de Borges.
Tal vez intento justificar un oficio que, en diversas ocasiones, con la palabra o con el arco de una ceja, ha sido calificado de frívolo e inútil, pero que, en realidad, es enormemente restaurador y luminoso. En la fría noche de la duda, en el invierno infernal de la culpa, en el discurso de la plaza pública, la literatura no corta en dos las mentiras ni revela las verdades irrefutables. No es el final, tampoco la ruta: es el bastón del ciego, el guía entre senderos nuevos y conocidos.
La escritora estadounidense Susan Sontag, en su discurso de agradecimiento al recibir el premio Príncipe de Asturias, afirmó que «Las actividades literarias (la escritura, la lectura, la enseñanza) son una vocación ideal, una prerrogativa, más que una simple carrera, una profesión, que se sujeta a las nociones comunes de "éxito" y al estímulo financiero. La literatura es, en primer lugar, una de las maneras fundamentales de nutrir la conciencia. Desempeña una función esencial en la creación de la vida interior, y en la ampliación y ahondamiento de nuestras simpatías y nuestras sensibilidades hacia otros seres humanos y el lenguaje» (Tomado de: http://www.elortiba.org/sontag.html#Los_valores_de_la_literatura_ Visita del 01.01.2009).
Abrir caminos para encontrarnos con los demás. Con sus manos, sus miradas, sus palabras. Y en ese contacto, toparme conmigo, mis temores, ignorancia y esperanzas. Así concibo y me concibe la literatura.
"Intuyo que la respuesta no está solo en aquel sueño adolescente de ser escritor en una casa de madera frente al mar de cualquier playa"
ResponderEliminarCuando leí Punta Negra, el cuento de Carlos Calderón Fajardo que publicó Underwood el año pasado, no entendí la sutil metáfora sobre el oficio del escritor. O, para ser más preciso, no quise entenderlo, un poco harto de esas viciones idealizadas y somníferas de lo literario.
Pero ahora entro a tu blog y encuentro la misma metáfora de esos sueños de adolescente que nunca se van del todo. No renuncies a esa casa de playa amenazada por el polvo del desierto. Esa casa es un refugio y una atalaya. ¿Para que sirve la literatura? Para descubrir el mar bajo las aguas. Para acceder a un conociento más profundo de la vida, y transmitirlo.
Te recomiento mucho ese cuento, que por fin logro entender gracias a tu blog.
Cuídado con las cacofonías. Estamos hablando.
No me dedico a la Literatura, pero al igual que tú, César, siento que hay algo freso y hermoso en ella. Cada mañana, apenas despierto o un momento antes de salir al trabajo, leo unos diez o quince minutos algunos poemas de un autor del que en otra oportunidad comentaré. Siento como las palabras de los versos acendran mi ánimo, y me permiten despegar y tomar el día con otros ojos.
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