-¿A ti te gusta Silvio Rodríguez?
-Sí, me gusta mucho.
-Entonces, anda, ayúdalo a buscar su unicornio azul, pues,
jajaja.
El que pregunta es el poeta Antonio Cisneros, quien acaba
de dar un recital en el auditorio de Letras de la Universidad Mayor de San
Marcos. En el poema que leyó aquella tarde, un joven impetuoso observa desde su
casa a la vecina, con el deseo trepándose por la imaginación. Poema pícaro,
alegre, vivaz, breve, de lúdicas asociaciones y sabores inesperados.
Foto tomada de http://www.siete.pe/2012/10/06/fallece-el-poeta-antonio-cisneros/antonio-cisneros-01/ |
El que responde es un alumno de la PUCP que se ha colado a
la San Marcos para escuchar el recital, luego del cual suena en el auditorio
una vieja canción de Rodríguez, a manera de fondo musical de las charlas
posteriores a la participación de los escritores. La vecina de tez morena y
blanco delantal se sienta para descansar del trajín. De
vez en cuando y por el resto de su vida, el alumno volverá a trepar aquel muro para espiarla. Ahora se ha
acercado a saludar, con mano temblorosa, a quien sus padres admiraban con fervor por impregnar la poesía de la
voz rebelde de toda una generación. Frente a la pregunta del vate, el joven contesta
con honestidad y espera un asentimiento. La respuesta lo deja helado.
El que se burla y ríe sonoramente es el oso hormiguero,
quien añade, para mayor bochorno del alumno: “A mí me gusta más bailar con una
salsa de Celia Cruz”. Gracias por esa sonrisa, Antonio.
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