González Vigil afirmó que este
sueño era una hermosa metáfora de la muerte, digna del mejor Borges, que
demostraba que en Cien años de soledad convivían lo “maravilloso” y lo “fantástico”
y que las clasificaciones de la historia de la literatura podían llevarnos a
generalizaciones engañosas sobre las obras literarias. “A propósito, saben la
diferencia entre lo maravilloso y lo fantástico, ¿no es cierto?”-, nos
preguntó. Uno de nosotros se animó a contestar: -“La diferencia es que en lo
maravilloso ocurren cosas increíbles, fenomenales, pero a los personajes esto
no les produce mayor sorpresa”-. Se hizo un breve silencio. “En cambio” –continuó
el alumno- “en lo fantástico ocurren cosas raras, no necesariamente
extraordinarias, pero que sí logran desestabilizar el universo cognitivo de los
personajes”. En su respuesta estaba resumida buena parte de nuestros 5 años de
pregrado.
“No” –dijo el profesor-, “eso es
incorrecto, ¿no se acuerdan de Kristeva?”. Alguien diría que sentimos inseguridad,
vergüenza, un poco de tristeza. “Kristeva hace la diferenciación
más pertinente que conozco. En lo maravilloso, no tiene que ver la reacción de
los personajes. Lo esencial de lo maravilloso es que la trama es considerada
como verdadera por una comunidad cultural materialmente existente”. “En lo
fantástico” –continuó- “lo narrado ha sido inventado por el autor, sin base en
mitos o creencias compartidas, sino que lo ha creado con su propia imaginación,
sabiendo que no es verdadero, pero que, por sus semejanzas con la realidad, generará
un efecto singular en el lector que llamamos, así mismo, fantástico”. Varios
alumnos intentaron cuestionar esta idea y respaldar la intervención del
primer estudiante.
González Vigil respondió
resumiendo la trama del Fausto, de Goethe; el cuento de Jacobs, La pata de mono;
y varios otros relatos. Hablando sin parar, no se dio cuenta de que la
profesora que tocaba la puerta, junto a sus impacientes alumnos, debía haber
empezado su clase hacía 15 minutos. El profesor cogió sus libros como si
diminutos duendes fuesen a robárselos y terminó de hablar cuando ya ponía un
pie en el pasillo, para despedirse, dos metros fuera del aula, con una mano entreabierta.
http://comicamericano.blogspot.com/2010/10/la-pata-de-mono-cuento-y-adaptacion-por.html |
Esa noche, antes de dormir,
recordé cada momento de la clase, los aires del alumno que contestó, el frío en las piernas cuando el profesor refutó, la pata de mono sostenida por
Gregorio Samsa, quien debía haber soñado con la casa vacía de José Arcadio la
noche previa a despertarse tan descompuesto. Escuché de nuevo la silla del
profesor crujiendo por los saltitos que daba, acalorándose con cada historia.
Me acordé de Ernesto y su niña pianista, muy parecida a la señorita Cora que
visitó Cortázar. Y me pregunté si alguien soñaría con un chico que no podía
dormir. Y si ese otro buscaría un tesoro, como el cairota que
Borges recopiló en “Historia de los dos que soñaron”, aquel que soñó bajo una higuera, no igual aunque parecida al castaño donde José Arcadio hizo las pases con el hombre a quien asesinó.
Nota:
La ilustración de La pata de mono es de autoría de Alberto Breccia, para la adaptación en cómic sobre el cuento que realizó junto con el guionista C. Trillo (http://comicamericano.blogspot.com/2010/10/la-pata-de-mono-cuento-y-adaptacion-por.html)
Hola soy Maria, me gusta lo que publicaste sobre el Soñando despierto.muchos Exitos!!
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