Actualmente, me encuentro dándole algunos últimos toques a mi tesis de Licenciatura en Literatura Hispánica. Para escribirla, he invertido largas y duras horas de lectura y escritura, que han demandado esfuerzo y sacrificio. Muchas veces me he encontrado mirando el foco quemado de la lámpara del comedor, preguntándome para qué servirán estas ideas que discuto, niego y reafirmo en más de cien páginas a doble espacio. ¿A quién le servirán? ¿Alguien las leerá con atención? ¿Contendrán algún aporte valioso a mi disciplina o al estudio acerca del tema que estoy abordando? ¿Me traerán algún tipo de beneficio profesional?
Otras veces he llorado en medio de una calle pensando en lo triste que es el libro que analizo ("El zorro de arriba y el zorro de abajo", de José María Arguedas), lo trágico del suicidio del autor, el aparente fracaso en que cae su vida y la novela, cómo este sentimiento ha afectado mi visión del mundo y de mis experiencias.
En medio de esa incertidumbre, casi como un aliento marino desde el otro lado de la ciudad, han llegado hasta mi rostro aires consoladores: la escucha y los ánimos de mi enamorada, la fe de mi madre, el silencioso respeto de mi padre, el apoyo de la institución donde trabajo, la impaciencia de mis amigos por que de una vez termine...
Su constante apoyo me ha dado la sensación de que vale la pena darle un poquito más a esas páginas. Revisarlas otra vez, corregir errores de estilo, mejorar algunos puntos flacos.
Y, casi como un fantasma venido del futuro, la imagen borrosa de un joven estudiante de Literatura, interesado en cuestiones de género, poder o en estudiar la obra de Arguedas. Un joven que comienza a escarbar en esa fuente de dolor y felicidad que son sus novelas y tiene que hacer un trabajo donde las analice, o simplemente desea informarse al respecto. Va a la biblioteca, busca en el catálogo y encuentra mi tesis. La lee con la desconfianza y la curiosidad natural de todo joven. Y en esa exploración, encuentra una pequeña luz, el rastro de una idea propia, original, suya. O una afirmación contra la cual se rebela desde el fondo de sus intuiciones.
Eso sería bastante...
Me parece fascinante como una novela puede cambiar las perspectivas de cada persona. La descripción que haces me da ganas de leer la novela.
ResponderEliminarMucha suerte con tu tesis, nos vemos.
Luz
Las novelas son buenas cuando -si son ficticias- tratan de ser reales, y cuando son reales, -tratan de ser ficticias.-
ResponderEliminarSaludos tio, suerte.
Querida Luz: lee la novela, es parte de nuestra historia como comunidad nacional, con todas sus contradicciones y reveses, desafíos y éxitos.
ResponderEliminarQuerido Daniel: el tema de la verosimilitud es fundamental en Arguedas, un autor que se consideraba a sí mismo comprometido con la realidad política y cultural del Perú. Comentaré este aspecto de su obra, de todas maneras, en un próximo post.
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