Arguedas nació en Andahuaylas, el 18 de enero de 1911. Su madre, Victoria Altamirano Navarro, falleció cuando él tenía tres años. Vivió muchos años bajo el cuidado de su adinerada madrastra, Grimanesa Arangoitia vda. De Pacheco, pues su padre, el abogado cusqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, viajaba constantemente. Su infancia fue contrariada: sufría por el maltrato de su madrastra y de su hermanastro, Pablo Pacheco. Cuentos como “Amor Mundo”, plagados de relaciones sexuales violentas, incluso cargadas de abuso y vejación, reflejan esta primera etapa de su vida. Desde entonces, Arguedas construye una identidad marcada por el forasterismo y el abandono: su condición de extranjero y de wakcha término quechua que quiere decir "niño huérfano, el que no tiene hogar, el desadaptado" (Esparza, 88), lo cual implica pobreza material y simbólica, desamparo. En Andahuaylas y en San Juan de Lucanas, donde vivió sus primeros años, lo recuerdan como un miembro de una familia poderosa, un misti. De hecho, el pretendió siempre sentirse un indio. En novelas como Todas las Sangres, expresa su crítica a los hacendados, clase a la que él mismo había pertenecido.
Arguedas desarrolla desde joven una vida académica y literaria orientada a encontrarse con ese otro mundo, el mundo de los indios, que anhelaba como fuente de su verdadera identidad. Es quizás, esa falta de centro, esa sensación de incertidumbre sobre su pertenencia, la que lo impulsa a encontrarse con los demás y buscar en ellos una respuesta a su soledad. Cuentos como “El forastero”, reflejan esta preocupación y patentizan que encontrar una comunión con los demás le era muy difícil. Despliega su trabajo en campos distintos. En cuanto al ensayo antropológico, destaca su estudio sobre el Valle del Mantaro, en el cual apuesta por el mestizaje y el comercio, y su tesis de doctorado en Letras: Las comunidades de España y del Perú.
Entre su narrativa breve, recuerdo con especial cariño “Los escoleros”, cuento pleno en ternura y defensa del indio; así como “La agonía de Rasu Ñiti”, exquisito relato plagado de magia y herencia. Entre sus novelas, la más celebrada es Los ríos profundos, donde se reflejan sus distintas posiciones sobre los conflictos sociales y políticos del régimen de las haciendas, y despliega su reclamo por la justicia social. Igualmente, cabe resaltar sus traducciones, como Canciones y cantos del pueblo quechua, donde recoge la tradición oral vigente; y Dioses y hombres de Huarochirí, ancestral recopilación de relatos prehispánicos que inspirarían Los zorros.
Sobre su posición política, es notable que no se adhiriera a ningún partido político, pero expresó su rechazo al autoritarismo y el dominio económico y político extranjero. En 1956, renunció al nombramiento impositivo por Odría como Director de Cultura. Expresó en distintas ocasiones su simpatía por los partidos de izquierda y colaboró en algunas actividades culturales que estos organizaban; pero también los criticó cuando no coincidía con sus propuestas. El marxismo, según declara en Los zorros le permitió ordenar su visión del mundo y guiar sus esfuerzos, pero “no mató en mí lo mágico” (14). Desempeñó diversos cargos: en 1953 fue nombrado jefe del Instituto Etnológico del Museo de la Cultura; en 1963, director de la Casa de la Cultura del Perú; en 1964, asumió la dirección del Museo Nacional de la Historia. Desde dichas instituciones, publicó varias revistas etnológicas y culturales, y se consolidó como la figura más representativa del indigenismo.
En su obra se patentizan los procesos que vivió nuestro país en un momento clave para el reconocimiento de las culturas andinas e, incluso, de los productos culturales de los migrantes. Sin la obra de artistas y pensadores como Arguedas hubiese sido imposible el otorgamiento Premio Nacional de Cultura en la categoría de arte, en 1975, al retablista ayacuchano Joaquín López Antay. Aquello que experimentamos desde hace 30 años como el boom comercial de la música andina ya lo había alentado Arguedas recopilando y promoviendo la producción discográfica andina. Los vientos que impulsan a revalorar la lengua quechua y otras lenguas aborígenes ya los movía Arguedas, a través de sus traducciones y su obra literaria, en la que buscaba un estilo propio que culminaría en un castellano intervenido por rasgos quechuas. El reconocimiento actual de nuestra diversidad cultural a través de la música, la gastronomía y otras manifestaciones culturales, y la lucha que vivimos actualmente para dejar de tratar a la cultura como un concepto de cámara o élites, incluyendo a las culturas andinas y urbanas como nuestra riqueza y nuestra identidad, fue forjado por intelectuales como Arguedas, que proponía crear desde nuestra diferencia cultural, desde lo que nos es propio como peruanos.
Imagen tomada de: Amauta. El barranco. http://www.amautaspaSpanishnish.com/amautaspanish/culture/literature/work.asp?CodWork=4. Visita del 1ro. De diciembre de 2009.
Pensar que su suicidio expresa la derrota de sus ideales es quedarse en un análisis bastante superficial. Es necesario evitar caer en el fatalismo y en el derrotismo que a veces nos caracterizan como peruanos, y revalorar el mensaje de Arguedas como gestor y promotor cultural: apostar por nuestra diversidad y por la justicia en contextos en los que la violencia política, el autoritarismo y la represión nos han golpeado tanto y nos siguen golpeando. Es urgente, para ello, que abramos las posibilidades de expresión, desde la Casa de la Literatura y todas las instancias culturales, a los creadores de todo el país, más allá de sus contactos, sus amistades o sus vinculaciones políticas con el poder.
“¿Es mucho menos lo que sabemos que la gran esperanza que sentimos, Gustavo?” (Arguedas, V: 197), pregunta Arguedas al padre Gustavo Gutiérrez, en el “¿Último diario?” de “Los zorros”. Un diario especialmente sentimental, en el que Arguedas se despide y pide que en él despidan a un tiempo del Perú en el que las injusticias económicas y el desprecio por la cultura andina fueron hegemónicas. Él siente que, con su trabajo, ha colaborado con que en el país comiencen a derribarse las barreras que nos separaban. Nuestra política de todos los días, la guerra interna que hemos pasado hace poquísimo tiempo, el autoritarismo, la pobreza pertinaz, parecen renovar esos muros, esos silencios que impiden un diálogo abierto y enriquecedor entre peruanos. Arguedas señala un campo de batalla para la liberación de dichas taras: las mentalidades, las identidades, la cultura. Pues es en el terreno en que nos concebimos como parte de un grupo y distintos a otros grupos en que se reactualizan las barreas que nos separan como peruanos y nos dividen, en la decisiva y tenaz cotidianeidad de nuestros encuentros universitarios, nuestras mesas culturales, nuestras reuniones entre académicos, etc.
Sus lecciones resuenan en nuestras aulas, en los pasillos de las universidades, entre las paredes de esta nueva Casa de la Literatura Peruana. Para que convirtamos los muros en puertas, y la imposición de cánones den lugar a espacios de diálogo y encuentro. Para que quebremos nuestros “círculos” de relaciones académicas o políticas, y experimentemos artes e influencias nuevas, que enriquezcan la interpretación de la realidad peruana desde puntos de vistas diversos y novedosos. Porque el Perú es una realidad amplia y compleja que no podremos apreciar con pertinencia mientras privilegiemos un tipo de miradas. Cuando se habla de diversidad y democracia, y siempre son las mismas personas y las mismas instituciones quienes lo hacen, es inevitable apreciar la paradoja: no se puede apostar por el diálogo excluyendo a quienes no nos son cercanos; no puede apostarse por la diversidad incluyendo solo a quienes concuerdan con nosotros.
Culminaré refiriendo una conversación que mantuvo Arguedas con el doctor Fernando Silva Santisteban, narrada por este último: “Un día me llevó su libro ‘El Sexto’. Cuando regresé a Lima, me preguntó qué me había parecido. ‘Me ha deprimido’, le dije. ‘¿Y no ves una esperanza al final del túnel?’. ‘¿La muerte?’, bromeé. ‘¡Esa es la esperanza!’, me dijo” (Silva Santisteban, A12). En el “¿Último diario?”, Arguedas concluye que su muerte no significa el final de su lucha, pues ésta, espera el autor, ha de ser continuada por las generaciones venideras: “Las crisis se resuelven mejorando la salud de los vivientes . . . . Un pueblo no es mortal, y el Perú es un cuerpo cargado de poderosa savia ardiente de vida, impaciente por realizarse” (V: 198).
La muerte se enviste de esperanza en Los zorros porque, en primer lugar, el individuo no existe únicamente en sí mismo, sino que como, resalta Del Mastro (124), trasciende en sociedad con la entrega de una obra dedicada a los demás. Y en segundo lugar, porque en la lucha contra la muerte emerge el deseo por mejorar la vida, por buscar una experiencia corporal y sexual que reintegren al individuo consigo mismo, así como por alcanzar la liberación en el presente de las relaciones humanas y sociales, sin que ello implique la violencia o el odio. Esta misma esperanza se trasluce en la simpatía que expresa por la obra del padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la Teología de la Liberación.
Los zorros es parte de una lucha por la reivindicación de la cultura andina y la liberación del Perú del dominio extranjero, que debe llevarse a cabo “sin rabia”, apostando por el reconocimiento y el diálogo, “en armonía de fuerzas que por muy contrarias que sean” pueden dialogar para “alimentar el conocimiento” (254) de la realidad peruana. Arguedas espera que las generaciones siguientes podamos encontrar en el diálogo y la solidaridad un gozo y una fortaleza que nos permitan aprovechar las posibilidades que laten en el Perú “mientras hierve”, donde “cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz, todas las patrias” (246).
Arguedas, José María. Obras completas. 5 vols. Lima: Editorial Horizonte, 1983.
Del Mastro, César. Sombras y rostros del otro en la narrativa de José María Arguedas. Una lectura desde la filosofía de Emmanuel Levinás. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Centro de Estudios y Publicaciones e Instituto Bartolomé de las Casas, 2007.
Pinilla Cisneros, Carmen María. El complejo de la madre muerta: alcances sobre la afectividad, la comprensión y la muerte en la vida de J.M Arguedas. Tesis de Maestría. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 2008.
Me gustó mucho y voy a leer la novela. Gracias, César.
ResponderEliminarRecuerdo cuando Harry Haller (El Lobo Estepario) empieza a sustentar porque el suicidio no es una cosa de locos, ahora tampoco es que voy a citar textualmente lo que dice, porque no recuerdo tooodo lo que dice, pero al menos guarda cierta cordura.
ResponderEliminarEs muy valiente despedirse de esa forma, aceptando que gran parte de lo que nos rodea se encuentra totalmente podrido y por más que uno tenga las ganas de que cambie todo... pues no, ni modo, es gastar fuerzas.
Un gran abrazo mi estimado "Romerito".
Siempre tardo en responder.
J.
Me alegro que mi comentario haya animado al lector a revisar El zorro de arriba y el zorro de abajo. Es una novela difícil de leer, pues está plagada de barbarismos, vulgarismos y el estilo parece disforme e indefinido. No obstante, ello es parte de la atmósfera densa y lumpenesca que tiene el puerto de Chimbote en la novela, y expresa lo carnavalezco de las relaciones entre los personajes: recomendable para quienes se interesen por los tejidos culturales de lo popular, que vivimos, a veces, sin darnos cuenta.
ResponderEliminarEstimado Distraido: el suicidio nos compele a cuestionar el sentido de nuestra existencia, qué trascendencia tiene. Es decir, qué dejaremos tras desaparecer. Ello no implica caer en el pesimismo o la indiferencia ante la vida, sino valorarla en su fugacidad. La respuesta a estas interrogantes, como se puede ver en La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, nos lleva a observar nuestras relaciones con los demás, pues son ellos, los otros, en quienes dejamos nuestro legado.
ResponderEliminarArguedas lo sintió así y trabajó hasta agotar sus fuerzas en esta obra, para dedicarla a las generaciones venideras.
Sobre esta parte: "Esta misma esperanza se trasluce en la simpatía que expresa por la obra del padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la Teología de la Liberación".
ResponderEliminarG.Gutierrez junto con Leonardo Boff entre otros son considerados como los iniciadores de la T.L., pero no solo Gutiérrez (a pesar que el primer libro sobre el tema, ya existian antecedentes importantes).
Arguedas es un gran escritor. Sin embargo, el indigenismo en el Peru es un muerto que aún no hemos terminado de enterrar, sobre todo los indigenistas de viejo cuño.
De otro lado, es paradójico que en el Perú como en otros países de Latinoamérica, el indigenismo haya sido sobre todo un producto del imaginario cultural de la sociedad letrada que interpreta la realidad indígena, mas no de una autolectura. (Ello se confirma con la enorme producción bibliográfica, abundante sobre todo en los dptos. de prestigiosas universidades norteamericanas)y con la confirmación de que posiblemente hay más investigadores arguedianos en EU y Europa que en el Perú.
Respecto a Los zorros, mi hipótesis es que Arguedas, ante las críticas de los científicos sociales, de escritores contemporáneos más jóvenes y otros consagrados, recurrió a la exposición descarnada de su drama personal mediante un género tan híbrido como el diario -permeable a la prosa poética, a la autobiografía o a la novela- con la finalidad de demostrar que su "teoría de la novela" (consistente en plantear una obra literaria como una metáfora arquitectónica de las relaciones sociales y en asumir la creación literaria como un oficio vital) podía ser vigente en la medida que todo aquel que leyera el diario comprendiera que la muerte del yo-narrador tiene un correlato con la muerte del autor. Es decir, el suicidio vendría a ser una prueba forzada y trágica por parte de Arguedas para demostrar que "si no escribo, me meto un tiro..." que en buena parte significa que la literatura era para él una actividad vital y no un simple juego de técnicas narrativas (muy apreciadas por la crítica de la época)
Arturo C.
Estimado Arturo: muchas gracias por tus aportes. Tu comentario, junto con el de Distraído y el de Daniel C. al post "La tesis" han motivado la preparación de un nuevo artículo cuyo título tentativo será: "El dilema de la verosimilitud en El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo". Este post estará listo para febrero y será el primero de la nueva etapa de Insomnio Fértil. Allí explayaré mis respuestas a sus comentarios y podremos continuar este interesante debate.
ResponderEliminaroye zorro tu post es incipiente, sigue intentando muchaho
ResponderEliminarEl zorro del medio
saludos
desde trujillo y recuerden que en trujillo nació diossssss
QUIEN INVITO A ESTE INEPTO A COMENTAR? CHIBOLO SI NO TIENES ALGO POSITIVO QUE DECIR O CON UN APORTE MEJOR NO DIGAS NADA.MARTIN
ResponderEliminarEstimado Arturo y amigos lectores:
ResponderEliminarComencé a responder a la inquietud de Arturo en el post: "Un primer paso hacia la interpretación literaria del suicidio de Arguedas", http://insomniofertil.blogspot.com/2010/08/un-primer-paso-hacia-la-interpretacion.html
De hecho, el tema da para mucho más y me comprometo a seguir tratándolo. Por ahora, comentemos qué les parece ese post.
Atte.
César