12 de marzo de 2009

El cine y ella

Soy un solitario. No quiero decir con esto que no me gusta la gente o que no disfruto de las reuniones. Al contrario, soy muy feliz con una buena conversación o un baile con los amigos. Me refiero a que no ando en «manchita», ni salgo constantemente con las mismas personas, ni voy a tomar algo de vez en cuando con cierta gente. Dejo al azar la ocasión de mis encuentros y casi nunca llamo a alguien por su cumpleaños. Cada mes o cada dos meses me comunico con los amigos que no veo y converso largo rato con ellos. Pero no acordamos una cita, ni planeamos un fin de semana juntos.

Me identifico más con el jaguar en las sombras o la serpiente en el húmedo suelo que con el murciélago coreográfico o las gaviotas geométricas. Araña en el rincón, espero lo necesario para compartir un café. Pueden pasar meses o años y cuando te vea, amigo, conversaré contigo como si nos hubiésemos dejado ayer. Reconozco que, en esta espera, es imposible disimular la melancolía de algunos parques abiertos, los atardeceres desde el techo, y las lecturas que me conmueven y no puedo contar a nadie. No obstante, dos cositas me han permitido sobrevivir a este esporádico deshielo.

Primero fueron las películas. He ido al cine solo muchas veces, porque no tenía compañero a la mano o porque me daba demasiada pereza llamar a alguien y quedar con él. Además, cuando voy solo, puedo reírme al volumen que me plazca, dejar de comprar canchita en la tienda —casi siempre escondo una empanada o algo similar en la mochila—, sentarme a la distancia de la pantalla que mi capricho dicte, quitarme los zapatos sin que se dé cuenta un alma, observar impudoroso a las hermosas actrices, hablar bajito como si el personaje me escuchara, quedarme con la boca abierta por varios minutos, sorprendido por un giro inesperado en la trama o por la belleza de la fotografía.

Luego llegó mi enamorada, con quien camino desde hace tres años. Me he enamorado de ella en diversos momentos. Uno de ellos fue en nuestra segunda salida como amigos, cuando fuimos a ver «Con ánimo de amar», de Wong Kar-wai. En el clímax de una de las muchas estratagemas de los amantes por ser quienes deseaban ser, volteé a mirarla y allí se encontraba. Pequeña, silenciosa y transparente, su aparición me reveló un profundo lago de sensibilidad y cariño. Era una lágrima con aires de saeta.



Desde entonces, ir solo al cine ha tenido un gusto pálido. Es que sus brazos en esa sala oscura son una sábana tibia para soñar. Y luego de la función, mi amada habla conmigo, recoge mis palabras y las mezcla con harina, leche, huevos y fresas, para batirlas y hornearlas hasta que se conviertan en un pastel de estreno. Transforma mi soledad, mis miedos y mis esperanzas en ingredientes de su dulzura y me hace esperar hasta que esté lista para dármela a probar.

5 comentarios:

  1. Una crónica absolutamente romántica la tuya y linda película la que escogieron: full emoción, llanto y una excelente trama.

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  2. Ayer, fue cumpleaños de papá. Él ya no está en esta vida. Es la primera vez que pasamos, mis hermanos, mamá y yo, un cumpleaños sin su presencia. Me duele pensar en la ausencia de su conciencia, de su identidad, más que de su voz o su mirada que amé, amo y amaré. La ¿ciencia? dice que después de la vida no hay nada; y la ¿fe-religiosa? dice que después de la vida viene otra cosa (etapa, transición, cambio, etc, cómo quieran llamarlo). Yo creo que la ciencia y la fe-religiosa son muy pretenciosas y atrevidas, para conjeturar, con sus limitadas premisas humanas, lo que pueda venir. En ese sentido, me siento más ser humano en mi agnosticismo que en un ateísmo o cristianismo resignado o consuelo. Debe ser muy bonito soñar con el corazón que al morir, el alma se libera del cuerpo y sigue existiendo y acompañándote con la clara conciencia de su identidad, de quien fuera en vida; no sólo muy bonito, sino también un gran consuelo para sus seres queridos que aún, por las circunstancias, etc, aún siguen con vida...
    Vinieron a la casa mi tío Mario (uno de los hermanos mayores de papá), mi tía Rita y mi prima Carmen. Cenamos chifa en la casa (que tanto le gustaba a mi padre), mi hermano mayor trajo. Cenamos, conversamos, conversamos... y brindamos... y brindamos... Mamá ahora descansa en su cuarto. Mis dos hermanos aún están despiertos, mis tíos y mi prima ya se fueron. Ya es 8 de noviembre. Algún día nada de ésto existirá. Mientras tanto, sigue siendo asombroso respirar. Y me parece, por momentos, que la vida es más misteriosa que la muerte, y que es ridículo pensar lo contrario.
    Buenas noches, pá. Un fuerte abrazo. En breve, me iré al único espacio en donde, con un poco de suerte, pueda verte, el sueño.

    la persona que escribio estas pequeñas lineas tiene arte,pasion para las palabras ¡que opina¡ gracias

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  3. César responde:

    Realmente, concuerdo contigo. Me ha parecido muy honesto y de un lenguaje cotidiano, que nos conecta rápidamente con las imágenes y hechos que cuenta. Ciertamente, ese espacio que imaginamos como habitado por aquellos que se han ido suele, a veces, lucir como una alucinación consoladora, pero falsa.
    No obstante, ese rincón de los sueños es sólo nuestro. Y nadie se nos mete allí a mentirnos. Si allí los encontramos, si allí llegan a escondidas a darnos una caricia y preguntarnos cómo estamos ¿dudaremos de su preocupación? Yo no.

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  4. Algunos se preocupan porque no saben si va a pasar el vehículo de transporte público que lo llevará a su centro de estudios, labores o donde sea. Es preocupante, sin duda, para algunos más, para otros, menos. Lo bueno de este asunto es que al siguiente día, o en los próximos días, al menos aquí en Lima-Perú, donde me muevo, los carros volverán a transitar; y el "no saber" se disipará como el humo de un cigarrillo. Sin embargo, si nunca supieras cuándo van a volver a pasar y no pasaran por el resto de tu vida (en el hipotético caso de que mutes en otro tipo de entidad animada después de muerto), qué preocupación tan absurda y matemática. A veces le llamo "combi" al medio de transporte público aludido, a veces le llamo "sentido".

    Hace mucho escribí, luego de perder a mi papá: una cosa es leer que Cristo ha sufrido mucho por nosotros, y otra cosa es ver morir a tu padre.

    Mañana será sábado. Hoy debo entregar unas preguntas a la señorita Aurora. Un ojo dibujado a una pequeña. Ir al médico gastroenterólogo (si me lo permite el dinero).

    para el es T de tarde

    gracias

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  5. Realmente, es un texto bastante bello y con un estilo original. Felicitaciones

    César

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